EL ABRAZO
No nos da risa el amor cuando llega a lo más
hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto,
nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo
que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.
Pequeña muerte, llaman en Francia la culminación del abrazo, que rompiéndonos
nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña
muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos
nace.
La pequeña
muerte. Eduardo Galeano
El amor, en su esencia más profunda, es un viaje que nos lleva a explorar los rincones más oscuros y más claros de nuestro ser. Cuando el amor alcanza su máxima expresión, ya sea en la intimidad de un abrazo o en la conexión emocional más intensa, no se trata solo de risa y alegría. En esos momentos, el amor puede desatar una mezcla de emociones que muchas veces se manifiestan en gemidos y gemidos, en suspiros que reflejan tanto placer como dolor. Este dolor, aunque gozoso, es una parte intrínseca de la experiencia amorosa, un recordatorio de que el amor verdadero puede ser a la vez un refugio y un desafío. La idea de que "nacer es una alegría que duele" resume la paradoja del amor. Al igual que el nacimiento, que es un proceso lleno de sufrimiento y esfuerzo, el amor también puede ser un camino de transformación que requiere que dejemos atrás partes de nosotros mismos. En este sentido, el amor se convierte en una “pequeña muerte”, término que evoca la idea de que, al entregarnos completamente a otra persona, experimentamos una especie de muerte simbólica. Nos despojamos de nuestras viejas identidades, nuestras barreras y defensas, para permitir que algo nuevo y hermoso surja de esa rendición. Este “abrazo” del que se habla es un acto de unión que, si bien puede rompernos, también nos reconstituye. En la vulnerabilidad de ese momento, encontramos una conexión más profunda, una forma de ser que trasciende el yo individual. Al perdernos en el otro, descubrimos una nueva forma de ser, una nueva identidad que se forma a partir de la fusión de dos almas. Así, el amor se convierte en un ciclo continuo de muerte y renacimiento, donde cada final es, en realidad, un nuevo comienzo. Galeano nos invita a reflexionar sobre la grandeza de esta experiencia. La "pequeña muerte" mencionada no es baladí; Es un proceso profundo y significativo que, al matarnos en sentido figurado, nos permite renacer de una forma más auténtica y plena. En este sentido, el amor no sólo nos transforma, sino que también nos enseña sobre la vida, la conexión y la belleza del ser humano.
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